Bitácora del Guardafaros


En esta estrecha franja de tierra, que por un lado se aferra a un muro inexpugnable y por el otro, enfrenta una fosa abisal, habitan mis compatriotas.


Este país, con una geografía tan fracturada como dispersa, debiera producir en sus habitantes una idiosincrasia de fatal resignación y sin embargo todas sus explosiones volcánicas y sociales, sus marejadas y aluviones, sus incendios y terremotos no han quebrado el tesón de su gente y por el contrario, pareciera fortalecerse como si desafiara el embate furioso de todas las plagas del planeta.


El filósofo español José Ortega y Gasset en 1928 en su paso por Chile nos expresó:


"Así es como sentiría yo, si fuese chileno, la desventura que en estos días renueva trágicamente una de las facciones más dolorosas de vuestro destino. Porque tiene este Chile florido algo de Sísifo, ya que como él vive junto a una alta serranía y, como él, parece condenado a que se le venga abajo cien veces lo que con su esfuerzo cien veces elevó." (1)

Con tanta catástrofe natural y social en cada recodo de la historia, no debiera extrañarnos que surjan héroes espontáneos. Desde improvisados salvavidas o arrojados bomberos, hasta los solícitos enfermeros de la Posta o de la Cruz Roja y los obreros de la educación. Todos ellos, anónimos seres humanos, dispuestos a cubrir las necesidades in situ, allí, donde todo centralismo o administración cupular, nunca llegó y que parecen destinados más a alcanzar su trascendencia ayudando bajo su riesgo al prójimo, que el propio beneficio o seguridad personal.


Cuando se produjo el Estallido Social de Octubre del 2019, los profesores no se amilanaron con el abrupto cierre del año escolar o el entorpecimiento de la Prueba de Admisión a las Universidades. Tampoco desertaron cuando una Pandemia Mundial llegó a sus aulas y recluyó a sus niños y jóvenes en sus hogares.


Ningún profesor recibió caja de salvamento educativa alguna. Nunca llegaron los teléfonos móviles, ni los chips de conexión a Internet, ni computadores, ni tablets, ni apoyo salarial, ni planes de Internet. La Televisión no abrió espacios educativos, ni interrumpió sus matinales, tampoco la radiofonía salvó la situación con emisiones radiales pedagógicas como lo pidió el Magisterio y lo documentó la Unicef en su Informe de análisis. (2) No hubo apoyo en banda corta, ni larga, ni ancha, ni angosta, ni de ningún otro tipo.


Pero en este país los hijos de nuestra patria nunca son olvidados aunque yazcan en el refugio a cientos de metros bajo tierra o en el mar o bajo la nieve y para eso los docentes y las comunidades escolares improvisaron su propia cápsula Fénix rescatando a sus alumnos desde las mismas cenizas de una elefantiásica educación pública, que hacía rato venía haciendo agua y amenazaba hundirse bajo evaluadores externos y lejanos y un mercadeo tan feroz como selectivo.


Se ha llegado a creer que el heroísmo es hermano de la temeridad, aquella que no teme a nada, pero en verdad el heroísmo surge desde el fracaso, desde la desesperación y la creatividad, que no solo supera el temor real, sino también las condiciones reales, esas dificultades que solo ven los que perciben desde la trinchera de avanzada, las verdaderas dificultades e improvisan soluciones inmortales.


No nos olvidaremos jamás de esos profesores editando videos, resolviendo ejercicios en pantalla, disfrazados y actuando en un histrionismo impagable. Contratando servicios de Internet de su bolsillo, compartiendo el único computador con sus hijos que a la vez eran alumnos de otros colegas. Viajando kilómetros en bicicleta o a pie, exponiéndose al contagio, para llevar mochilas educativas a sus niños, imprimiendo guías, desempolvando viejos celulares para habilitarlos para sus alumnos, llamándolos a cada uno e integrándolos cada mañana a su pantalla en zoom, soportando los dolores de rodillas por las largas horas de escritorio que duran hasta la madrugada.


No podremos agradecer lo suficiente por ese persistente acto de adaptabilidad a un Nuevo Mundo mediatizado por las pantallas y reinventándose, algunos con más dificultad que otros, a soportes tecnológicos que no coinciden con las necesidades educativas de los hijos de este milenio.


¡Muchas gracias, amados profesores!, héroes anónimos de una cruzada que aún no termina, pero que estamos seguros ustedes conocen tan de cerca como conocen, quieren y protegen a nuestros hijos como si fueran propios.

Santiago, Noviembre 18 del 2020

(1) José Ortega y Gasset, "Discurso en el Parlamento chileno", en Obras completas, tomo VIII, Madrid, Revista de Occidente, 1965, p.380. Discurso pronunciado en 1928 y publicado en El Diario Ilustrado, Santiago de Chile, 23 de octubre de 1955.


(2) Un análisis realizado por el Innocenti Center de UNICEF usando datos de acceso a la tecnología de encuestas de hogares así como información recabada en cada país por personal de UNICEF en 127 países mostró la amplitud y heterogeneidad de respuestas que venían dando los gobiernos al tomar conciencia de la brecha digital y de la imposibilidad de organizar planes educativos de emergencia contando únicamente con el Internet. 68% de los 127 países estaban organizando planes educativos de emergencia usando una combinación de medios digitales y no-digitales. 75% de ellos incluyeron la televisión, 73% el Internet, 58% la radio, 48% materiales impresos y 7% visitas domiciliarias.